Crucero
by Tod
Copyright© 2004 by Tod
Clara abrió la puerta del camarote y entró, era algo así como un lugar prohibido: el camarote de sus padres. Había conseguido la llave en recepción cuando sus padres bajaron a tierra para tomar un tur. Ella y su hermano se habían quedado a bordo, ella porque no le interesaba visitar viejas ruinas, y su hermano porque había conocido a una española con quien coquetear.
Sus padres habían tomado el crucero como festejo de aniversario, y Clara sabía lo que debían hacer en su camarote por las noches, sólo quería alguna evidencia. Cerró la puerta tras sí y comenzó a abrir cajones, tratando de no desacomodar nada.
Finalmente encontró lo que buscaba en una de las maletas bajo la cama. Había varios paquetes de condones, algunos juguetes eróticos y unas cuantas prendas íntimas. Clara tomó un juego de ropa íntima satinado y un escalofrío la recorrió. Vio el reloj, sus padres no regresarían antes de cuatro horas, sonrió.
Se quitó rápidamente la falda que usaba y el traje de baño, y procedió a probarse la prenda. Le quedaba un poco grande, pero era excitante usarla. Caminó al baño del camarote y se miró en el espejo, hubo de aceptar que le quedaba bien, pensó lo que diría cualquier muchacho de verla así, tal vez usara algo por el estilo cuando decidiera acostarse con un chico, se sentía verdaderamente sexy.
Y sin embargo no le gustaba del todo. Salió del baño y se quitó las prendas, las guardó de vuelta en la maleta, y entonces notó algo que no había visto: un par de esposas. «¿Qué clase de cosas harán con éstas?» se preguntó. Se las llevó a la muñeca y las cerró, no eran esposas de utilería, como al principio pensó, sino verdaderas esposas de policía. «¿Dónde tendrán la llave?».
Caminó de vuelta al baño, pensando que ahí había visto una llave pequeña, se tropezó con el borde de la entrada, y al agarrarse escuchó el sonido de las esposas al cerrarse. Estaba atrapada, las esposas se habían cerrado sobre el toallero. Entró al baño y buscó las llaves por todos lados y en todos los cajones, no estaban ahí.
Se estiró todo lo que pudo hacia la maleta, abierta en la cama junto con sus ropas, pero le era imposible alcanzarlas. Entonces se dio cuenta que estaba completamente desnuda, miró dentro del baño y todo lo que encontró fue una pequeña toalla para cara, la tomó y usó para cubrir su entrepierna. Tendría mucho que explicar cuando sus papás llegaran.
Sin embargo la puerta del camarote se abrió mucho antes de lo que Clara había planeado, y como el baño quedaba justo tras la puerta, cerró la puerta del baño. Clara estaba a punto de informar de su presencia y asumir las consecuencias cuando escuchó la voz de su hermano: -Es el camarote de mis padres, no regresarán hasta la cena, yo tengo que compartir el mío con mi hermana.-
Clara escuchó entonces una risa. -¿Y para qué me trajiste aquí?- dijo una chica con acento español.
-Fue el único lugar donde pensé estaríamos solos.- contestó Roberto. Clara recordó entonces que sobre la cama estaba su traje de baño así como los juguetes de sus papás, y decidió arriesgarse.
-¡Roberto!- Lo llamó desde el baño.
Se hizo el silencio en el camarote. Luego su hermano habló. -¿Clara?-
-Creo que mejor me voy.- dijo entonces la chica española.
-No, pero... - comenzó a decir Roberto, más ya la puerta del camarote se abría y cerraba. -¿Qué estás haciendo aquí... ?- Preguntó Roberto, enojado, abriendo la puerta del baño, y frenándose en seco al ver a su hermana, desnuda, con una toalla cubriendo su entrepierna y esposada al toallero. -¿Qué pasó?-
Clara se cubrió los pechos con la mano libre. -Busca la llave de estas cosas, debe estar en la maleta sobre la cama, y pásame mi ropa, quieres.- Roberto no apartaba la vista de su hermana. -¡Apúrate, quieres!-
Roberto fue a la cama. -¿Quién te hizo esto?- Preguntó y comenzó a revolver la maleta. -¿o acaso estabas esculcando las cosas de los viejos?-
Clara no contestó. -Apúrate por favor.-
De pronto Roberto apareció de vuelta en el baño, ya no se veía preocupado, sino más bien molesto. -¡Estabas esculcando las cosas de mamá y papá! ¿Sabes lo que me hiciste?- Clara volvió a cubrirse, pero no contestó. -Iba a tirarme a esa españolita, y por tu culpa no me volverá a hablar.- Roberto tomó aire. -Debería dejarte así para que mamá y papá te encuentren.-
-¡No! Por favor.- Le rogó Clara, sintiéndose cada vez más desnuda.
-¿No? ¿Por qué no? ¿Para que no te metas en líos? ¿Y qué hay de mí?- Roberto cayó un momento, su rostro cambió, y sus ojos pasaron a examinar el cuerpo de su hermana. -Te ayudaré si tú me ayudas.- dijo al fin.
Clara se sonrojó, sabía lo que su hermano proponía, pero no podía creerlo. -¿Cómo?-
-Comienza por dejarme ver tus pechos, hermanita, - le ordenó Roberto.
-Pero soy tu hermana.- se quejó Clara, apretando aún más la mano para cubrirse.
-Y la culpable de que yo siga siendo virgen.- Reclamó Roberto. -Has eso o te dejo para que mamá y papá te encuentren.-
Clara tragó saliva, miró el rostro de su hermano y vio ahí la determinación, entonces lentamente retiró su mano.
-Tienes hermosos senos, hermanita.- sonrió Roberto.
-Bien, ahora busca la llave.- exigió Clara.
-No, hasta que haya visto todo. ¿por qué no te quitas esa toalla de encima?-
Clara lo miró, pero no reclamó. Cerró las piernas con fuerza y retiró la toalla, aún así se podía ver la pelusa púbica sobre su vagina, escondida entre sus piernas. Por más que pensaba que todo eso estaba mal, la excitaba que su hermano la observara.
-Eres hermosa, hermanita.- comentó Roberto, quien ya respiraba agitadamente. Extendió una mano y acarició la mejilla de Clara. Ésta se sorprendió, pero el toque era tan agradable que cerró los ojos y lo dejó continuar. Pronto la mano de Roberto bajó por su cuello y comenzó a tocar la parte superior de sus pechos. Clara sabía que debía negarse, pero era tan excitante. -Déjame verte, hermanita.- Le pidió Roberto, y ésta vez era casi una súplica, no una orden. -Nunca he visto una mujer antes.-
Clara abrió los ojos, y casi inconscientemente relajó levemente los músculos de las piernas. Sentía que iba a hiperventilar de seguir tan excitada. La mano de Roberto pasó sobre su pezón, y Clara hizo un esfuerzo por no soltar un gemido. Luego Roberto siguió sobre su estómago, su ombligo, hasta llegar a sus piernas. Ahí comenzó a aplicar fuerza para abrírselas. Clara reaccionó. -¡No! ¡Roberto, soy tu hermana!-
Roberto apartó su mano de golpe. La dureza regresó a su rostro. -Si tú me dejas así, - dijo, señalando el bulto en su pantalón. -entonces yo te dejo así.- dijo, señalando la muñeca esposada de Clara.
Clara bajó la cabeza y comenzó a abrir las piernas. Escuchó entonces un cierre, y al abrir los ojos vio que su hermano se había quitado el traje de baño. Aquella era la primera verga que veía en persona, y le dio al mismo tiempo miedo y curiosidad.
Las manos de Roberto fueron a sus piernas y la ayudó a abrirlas, viendo de frente la vagina de su hermana. Clara se sonrojó, pero no cerró las piernas, aquello era excitante y la humedad en los labios de su vagina lo demostraba.
-Es increíble.- comentó Roberto. -Eres mucho más bonita que cualquier actriz.- Clara sabía que se refería a actrices eróticas, pero aún así sonrió ante el cumplido.
Entonces Roberto extendió un dedo y tocó con este el centro de la vagina de Clara. Clara saltó ante el contacto, había sido electrizante.
-Muéstrame como debo tocarte, hermanita.- dijo Roberto mientras con su dedo recorría su vagina de arriba abajo. Clara vio que la otra mano de Roberto estaba ocupada frotando su propia verga.
-No, Roberto, somos hermanos.- insistió Clara una vez más, se llevó la mano a la entrepierna para retirar la de Roberto, pero éste se la atrapó y comenzó a masturbarla con su propia mano. Clara no pudo evitar un gemido, y cuando Roberto la soltó, siguió masturbándose.
Clara podía sentir que un orgasmo estaba cerca y concentró sus dedos en su clítoris, pero entonces Roberto intervino. Retiró la mano de su hermana y la condujo a su verga. Clara estaba muy cerca, y aquello sólo añadió a su excitación, comenzó a acariciar la polla como había visto que su hermano lo hiciera. Roberto por su parte volvió a prestar atención al coño de Clara, la tocó imitándola, aunque algo más rudo.
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